Columna de Opinión

¿Debo subrayar la palabra OPINION?

martes, septiembre 12, 2006

Innovación, Intraemprendimiento, Incentivos e Integración

Tanto en municipalidades como en servicios públicos y organismos del Estado, Chile puede y debe marcar la diferencia, aún sin hacer uso de los excedentes del cobre, sino que generando un conjunto de actividades, que para efectos de hacerlo fácil de recordar, llamaremos las 4 I: Innovación, Intraemprendimiento, Incentivos e Integración.
Innovación, en el sentido de implementar una nueva idea, producto, servicio o proceso que es percibido como beneficioso para el usuario y que es capaz de recoger en forma eficiente los requerimientos o necesidades de la comunidad. La innovación no siempre implica mayores recursos, sino que muchas veces ideas ingeniosas que permiten generar un mejor servicio, más cercano a las necesidades de las personas. La innovación no necesita ser grandes inventos tecnológicos sino que puede ser tan sólo la reubicación de oficinas o cambio en la forma de relacionarse con la comunidad.
Intraemprendimiento, entendido como un conjunto de actividades que llevan a cabo las organizaciones para fomentar y cultivar el espíritu emprendedor de las personas de la organización y desarrollar nuevos proyectos, que contribuirán al mejoramiento del producto o servicio que se entrega a la comunidad. Es decir, es generar los espacios necesarios para que los mismos funcionarios públicos, tengan la oportunidad de plantear y ejecutar ideas innovadoras, que podrán significar un mejor resultado.
Incentivos reales para quienes trabajan en estos organismos y son capaces de diseñar, proponer y ejecutar una idea innovadora. Incentivos que normalmente no pueden ser en dinero, pero pueden ser en otro tipo de beneficios que significan mayores comodidades para el empleado que resulten suficientemente atractivos como para generar el cambio o la motivación necesaria para intraemprender. Asimismo, el reconocimiento público de los empleados, el respeto por las ideas de quienes no tienen cargos directivos y la tolerancia hacia los fracasos bien intencionados de quienes han innovado, significa eliminar desincentivos que muchas veces impiden atreverse a emprender.
Finalmente, integración, en el sentido de colaborar y compartir conocimientos y proyectos innovadores, entre los distintos organismos públicos y municipalidades, terminando con el celo o la competencia inexplicable entre organismos que teóricamente tienen el mismo fin, el bien común. Si cada vez que en el mundo se construye una bicicleta, hubiera que inventar la rueda, con suerte habría unas pocas de ellas. Es por esto que, por mucho que haya innovación, intraemprendimiento e incentivos, no estamos siendo lo más eficientes posible cuando no existe colaboración mutua e integración.
Es por esto que la invitación es a las municipalidades, servicios públicos y organismos del Estado, a marcar la diferencia, generando las condiciones que puedan dar lugar a las 4 I, empezando por creer en las personas, actores principales de toda innovación, intraemprendimiento, incentivos e integración.

miércoles, septiembre 06, 2006

Incentivos para el acceso a la Educación Superior

Grande fue mi impresión cuando supe que en una comuna rural cercana a la capital, empresas vitivinícolas esperan que los alumnos de colegios municipales salgan de cuarto medio y les ofrecen cursos técnicos de perfeccionamiento, pagados, para que después trabajen en la viña. ¡Que bueno! – pensé yo-. Pero no. A la Viña le cuesta encontrar alumnos dispuestos a ello, ya que a muchos no les interesa ingresar a educación superior.
Por otra parte, una vez escuché a Claudio Orrego, alcalde de Peñalolén, decir que gran parte de los profesores de colegios municipales de su comuna NO creen que sus alumnos llegarán a la universidad. Lo mismo pasa con gran parte de los alumnos, NO ven como real la opción de acceder a la educación superior.
En Chile, una persona con estudios superiores gana en promedio 4,2 veces lo que una persona con educación media completa. Pero, si los alumnos no quieren estudiar o, los que quieren, no creen que van a llegar a la universidad y los profesores que los preparan tampoco, ¿de qué estamos hablando? Es lo mismo que un entrenador preparando un equipo para ser campeón nacional de fútbol, pero sin confiar en sus jugadores. Es lo mismo que esos jugadores no crean en ellos mismos ni en su entrenador o que no les interese ganar. ¿Quién pensará que ese equipo tiene alguna opción de ser campeón nacional?
Ahora bien, quizás cambian las cosas si comienzan ganando el primer partido, luego ganan una vez de visita y después le ganan al puntero. Los jugadores se motivan y son capaces de ganar con la ayuda o pese a la desconfianza del entrenador.
Eso es parte de lo que podemos hacer por mejor nuestra educación. Incentivar a los alumnos para que vean la opción de la universidad o de los estudios superiores como algo real, e involucrar y entusiasmar al entorno familiar en esta tarea. Lograr que tanto el alumno como sus padres crean que no importa cuál sea el origen social o la escolaridad de los padres, que ellos si pueden acceder a la educación superior.
La semana pasada estuvo en Chile, invitado por Libertad y Desarrollo, el doctor en Educación Gregory Hodge, director de la escuela secundaria "Frederic Douglass Academy", ubicada en el barrio de Harlem, Nueva York, que tiempo después de haber cerrado por los altísimos índices de violencia y magros resultados, hoy deja al 100% de sus alumnos egresados con un pie en la educación superior, incluso en las mejores universidades americanas.
Hodge señala que parte importante del trabajo que han hecho, basado siempre en la cultura de la responsabilidad y del éxito, es llevar tanto a los alumnos equivalentes a sexto año básico, como a sus padres, a las universidades. De esta forma, se les incentiva mostrándoles el acceso a la educación superior como una opción concreta, real incluso para ellos.
Creo estar en lo cierto al afirmar que a nadie le dan ganas de ir a una playa del Caribe si no tiene idea qué hay allá, si no ve fotos o alguien le cuenta características o situaciones que hagan verlo como un lugar atractivo para ir.
Señala Hodge que llevar a los alumnos y a sus padres a la universidad, los motiva tanto al conocer qué es lo que específicamente ahí hay, que cambian su actitud frente a lo que para ellos era una obligación. A partir de ese momento se transforma en una realidad que quieren y creen poder alcanzar.
En el fondo, la clave está en los incentivos. Incentivar a padres, apoderados y alumnos a poner los medios para llegar a la educación superior, internalizando la educación como un bien y generando un cambio de conducta que, en definitiva, puede cambiar radicalmente la vida de una persona.