Columna de Opinión

¿Debo subrayar la palabra OPINION?

lunes, marzo 26, 2007

La Tentación Burocrática

Había una vez una mamá que tenía muchos hijos muy buenos, pero -como en todas partes- uno de los más jóvenes era el hijo “díscolo” de mal comportamiento. Para poder ayudarlo decidió nombrar a otro de sus hijos como el encargado de ayudarlo a cambiar su actitud. Lo nombró su subsecretario. Cuando la madre le preguntó al subsecretario porque no había logrado nada, este decía que había trabajado duro, pero que no le había sido posible. En vista de los hechos la buena madre le pidió a otro de sus hijos que fuera el supervisor del subsecretario, para estar seguro de que estaba cumpliendo sus funciones y poder guiarlo en su actuar. Lo nombró ministro, pero tampoco pasó nada. Entonces decidió nombrar a otro de sus hijos a cargo del supervisor del subsecretario. Lo nombró superintendente y nuevamente no hubo resultado porque el superintendente culpó al ministro y éste al subsecretario y todos entre sí se culparon y defendieron mutuamente. Hasta que un día alguien – quizás el vecino de la vereda de enfrente- le sugirió a la madre acercarse directamente al hijo en problemas, ver qué le pasaba y terminar con las delegaciones, títulos y encargos.

La moraleja es evidente. ¿Cuál es la mejor forma de solucionar los problemas de la gente? ¿Con más personas a cargo, más sueldos, más burocracia? ¿Esa es la forma de acercarse a las soluciones o la forma de alejarse de ellas?¿Cuándo van a entender nuestras autoridades que para poder gobernar bien, en vez hacer crecer el gobierno hay que “hacer crecer” a las personas, darles más importancia, escucharlos y no seguir pensando que el super poder de la democracia que los eligió los hace más inteligentes y aptos para saber lo que necesitamos las personas?

Hubo una época en que cada vez que había un problema, el gobierno anunciaba como “señal” un nuevo proyecto de ley que solucionaría el tema. Luego, cuando la gente ya se dio cuenta que un proyecto no es más que eso –sólo un proyecto- sumó al anuncio la “voluntad política” de solucionar el conflicto. Con esas medidas nos llenamos de proyectos de ley, algunas leyes y muchas buenas intenciones.

Ahora la cosa es peor. Como los problemas son más grandes – transporte, seguridad, educación- las soluciones son más grandes también y, desde mi perspectiva, peores.

Desde hace un tiempo la gran idea es crear superintendencias o supra organismos para todo lo que no está resultando bien. Para solucionar el transantiago, una “autoridad superior”; para la seguridad ciudadana, un ministerio de seguridad; para el problema de los derechos de aguas, una superintendencia; suma y sigue. ¿No se supone que la autoridad superior en todos los casos es la Presidenta de la República?

De esta forma, cuando algo está resultando mal designamos nuevos equipos para que guíen y controlen a los que ya existen y así con más gente, más reglas, más gastos, más burocracia, se pretende mejorar una gestión ineficiente o solucionar un problema al que no se le ha encontrado solución.

Quizás si de una vez la presidenta se decidiera probar y en vez de hacer crecer el gobierno se acercara a la gente, quizás su gobierno sería realmente un gobierno ciudadano.

miércoles, marzo 21, 2007

El Sentido del Dolor

¿Qué es el dolor? ¿Cómo se describe?¿Cómo se explica? Cuando uno va al doctor y le preguntan “Cuánto le duele o cómo le duele” es demasiado difícil de explicar. Yo tenía una amiga que decía que a ella le dolía en colores. Un día le la guata dolía rojo y otro día la cabeza azul o verde. No era una cosa de intensidad si no que de tipo de dolor. Como a mi nunca me ha dolido en colores no puedo explicar qué significa lo que ella quería decir, pero lo que me imagino es que era la forma gráfica que tenía ella de expresar cómo le dolía algo. Describa su dolor.

¿Se puede equiparar un dolor físico a un dolor de sentimiento? Es demasiado raro porque yo diría que no. Uno tiende a pensar que prefiere un dolor físico a uno moral, pero si tuviera que elegir entre tener dolor de cabeza todos los días o tener una pena grande todos los días, no sabría que elegir. Si hay algo incómodo es tener una piedra en el zapato y no poder sacársela –por ejemplo, por estar haciendo clases-, pero tener una preocupación constante también. En cosas chicas es más difícil comparar pero ¿Por qué es preferible tener una larga y dolorosa enfermedad que me lleve a la muerte después de empobrecer a mi familia o que me acusen injustamente de pedofilia por todos los medios de comunicación por meses – como pasó a Jovino Novoa-?

Cada uno sufre en su propia medida. Tengo una amiga que el mismo año quebró su papá, se suicidó su hermana chica y murió el papá atropellado. Cuando nos juntábamos, como es obvio, ella tenía mucha pena, la mayor cantidad de pena que se puede tener. Por otra parte yo, que no había vivido nada de eso, tenía mucha pena (según yo la mayor cantidad de pena que se puede tener), pero por algo que suena infinitamente menos trágico: había terminado con un pololo. Yo pensaba que era ridículo tener pena por algo tan insignificante al lado de lo que ella estaba viviendo, pero es algo que no se puede controlar. Las 2 teníamos muchísima pena. Cada uno sufre en la medida de sus circunstancias.

De alguna parte se saca la fuerza para soportar el sufrimiento, porque sino sería mucha más gente que la que se moriría de pena. Si me pongo a pensar qué pasaría conmigo si me pasara lo que le pasó a mi amiga….si me pongo en la situación, pienso que no lo podría resistir, que sería imposible, que no me podría levantar de mi cama en meses, etc. Pero no es así. Nadie sufre más de lo que puede aguantar. Además que siempre el dolor es más fuerte en la imaginación que en la realidad. Cuando salí de la universidad, me puse a trabajar y me compré un auto. Estaba apestada de andar en micro y de depender de otros para moverme de un lugar a otro. Desde que me lo compré pensaba que ojalá no le pasara nada a mi auto porque me moría volver a ser peatón. La semana pasada vendí mi auto y es obvio que el drama que imaginaba – sobre todo considerando el transantiago- es insignificante.

Lo que plantea Víctor Frankl es que si uno le encuentra sentido al dolor, en cierta forma, deja de serlo. ¿Cuántas veces uno escucha afirmaciones de este tipo? Se murió mi papá, pero llevaba tanto tiempo sufriendo por su larga enfermedad, ya tenía ganas de descansar. Incluso en lo que se refiere al dolor físico. Dicen que el dolor físico más grande que se puede sentir es el dolor del parto, pero hasta ahora no he escuchado a un mamá que después de nacido alguno de sus hijos comente más el dolor que sintió que la alegría de tenerlo. O que diga algo así como, muy lindo ser mamá, pero el dolor del parto me lleva a recomendarte pensarlo 2 veces antes de optar por ser mamá.

Eso es porque el dolor es la demostración más evidente del amor. Una mamá que nos tuvo 9 meses, sufrió el parto, no durmió con nuestro llanto, etc, es evidente que nos quiere – o nos quiso- y no tiene ni que decirlo. Si no fuera así no soportaría ningún “dolor” por nosotros. El ejemplo más obvio es la muerte de Jesús en la cruz para la salvación de las almas. Para las mujeres, más claro es el ejemplo de Leonardo Di Caprio en Titanic, que –aunque suene cursi- entregó su vida por amor. Para los hombres, Rambo ama a su patria, no porque dice I love USA, sino porque es capaz de sufrir por ella. Vive solo en Afganistán, en Vietnam y ahora en Tailandia, se mete pólvora en las heridas para cicatrizar, pasa frío, duerme en el suelo durante meses, sufre tanto por USA que está claro que la quiere y no es necesario que lo diga. Cuando mi hermano me contó la historia de Rambo – le pedí un ejemplo de lo que estamos hablando- yo le dije “pobre Rambo” y ahí mismo me di cuenta que no había entendido nada. Rambo no es “pobre”, él está feliz "sufriendo" por USA, ya que la ama (sólo es raro para los no aman a USA con la fuerza de él).

Encontrarle sentido al dolor o al sacrificio, puede incluso transformar algo que no me gusta en bueno. Este ejemplo no es exactamente de algo que cause dolor, pero sirve. Si me carga ir a ver películas de acción pero voy a ir con alguien que le encantan, estoy dispuesta a hacer el sacrificio, ir a ver la película y voy a estar feliz de que la otra persona esté contenta. Igual que Rambo y Di Caprio a menor escala.


El ejemplo más evidente de lo que significa encontrarle sentido a dolor, y a la vida, es el caso de Daniela García. ¿Quién de ustedes se imagina feliz después de haber perdido las 4 extremidades de un minuto a otro? Yo creo que nadie se imagina viviendo de esa forma y menos feliz. No creo que haya sido algo fácil para ella, pero ya el hecho de que se levante, siga adelante con su vida, se rehabilite y escriba un libro, significa demasiado.


Ahora bien. ¿Cuál es el sentido del dolor? Para un creyente es muy fácil. En verdad es fácil racionalizarlo, pero igual de difícil que para un no creyente el llevarlo a la práctica (salvo excepciones de personas que han desarrollado una espiritualidad tal que están todo el día y a cada rato consientes de ello). Para el cristiano estamos en la tierra de paso y sólo para ganarnos o no el paraíso. El paraíso es la felicidad plena y cualquier sufrimiento en la tierra nos acerca al él. Por lo tanto, el sentido de todo dolor es el “ganarse el cielo” y 100 años de mucho dolor en la tierra no son nada a cambio de la felicidad eterna. Es obvio que pensarlo es mucho más fácil que vivirlo.


Por otro lado, ¿se puede ser feliz sufriendo? Yo creo que si. Yo creo que no son incompatibles. Yo creo que uno puede tener una pena muy grande y ser muy feliz al mismo tiempo. La medida del amor que tenemos a otra persona es cuánto somos capaces de sufrir por ella.

El argumento para esto se resume en una frase muy sabia de Eleonor Roosevelt que dice “nadie puede herirte sin tu consentimiento”. Esto significa que existen 2 tipos de personas, las reactivas y las proactivas. Las reactivas son aquellas que reaccionan frente a los estímulos en forma inmediata, sin que haya ningún espacio entre la causa y el efecto. Si alguien no me saluda, no lo saludo. Si me dicen una pesadez, la contesto o me entristezco. Hay otro tipo de personas que son las proactivas que son aquellas que son capaces de elegir una respuesta frente a un estímulo. Entre el estímulo y la respuesta está el espacio interior de la libertad. Si me dices una pesadez, elijo sonreírte en vez de contestarte. Si no me saludas, elijo pensar que no me viste y no entristecerme. A Victor Frankl lo odiaron y lo humillaron en el campo de concentración, pero él no actuó reactivamente sino en forma proactiva. Eligió querer. Todo el mundo es capaz de hacer eso, todo el mundo, incluso el que lo ha perdido todo – hasta la libertad física- tiene la libertad interior de elegir su respuesta frente al estímulo. Por eso podemos decir que aunque todo el mundo tiene problemas, el problema está dentro de uno y uno tiene la libertad de elegir entre amargarse o no, entre sufrir o no. Evidentemente es algo muy difícil de hacer y si todos lo lográramos prácticamente no habría dolor en el mundo, al menos no provocado por unos a otros.

Hoy en día la cultura de la felicidad, del hedonismo, del placer, nos lleva a pensar que no se puede ser feliz si uno tiene un dolor, angustia, falencia o necesidad. Eso no es así. Enfermos graves son capaces de sonreír, pese al dolor físico – y muchas veces psíquico- que tienen. Gente muy pobre se declara muy feliz. La gran pregunta es si estamos en la tierra para ser felices o no. (Para los cristianos, Jesús no lo dijo….es más, dijo que a los ricos les iba a costar mucho entrar al cielo…y por ricos no se refiere sólo a la gente con muchos bienes). La pregunta más de fondo es por qué Dios permite el sufrimiento. Efectivamente un gran misterio, pero también el sufrimiento nos acerca a Dios porque es muy improbable que nos acordaríamos de Él si viviéramos en el mundo de Bilz y Pap.

miércoles, marzo 07, 2007

Transantiago: ¿Decisión Apresurada?

El Transantiago es mucho más de lo que hemos visto hasta ahora. Las consecuencias, positivas o negativas, y los cambios que trae aparejados el nuevo sistema de transporte público son realmente incalculables. Esta es quizás una de las razones más fuertes que debió haber considerado el gobierno, para haber implementado de otra forma esta importante política pública.

Este es el último año sin elecciones del gobierno de Bachelet, lo que puede haber sido factor relevante a la hora de tomar la decisión de implementar esta política apresuradamente. Una decisión apresurada puede tener distintos efectos negativos.

El riesgo de que el factor político haya influido en la decisión nos hace preguntarnos qué hubiera pasado si se hubiere implementado lo mismo en forma paulatina, sin poner a todos los ciudadanos al mismo tiempo frente a la misma presión. Si se hubiese partido por sectores acotados, como se hizo por ejemplo con la reforma procesal penal, se hubiera permitido corregir los errores, aprender de la experiencia e implementar el sistema cada vez mejor, hasta llegar a tener el sistema eficiente, limpio y agradable de usar que todos esperamos.

Por otra parte parece que el Transantiago se hizo para el “ciudadano promedio” sin considerar que hay muy pocas personas que en realidad cumplen con esas características. No es menor ver que los más descontentos con el sistema son los adultos mayores. Para ellos caminar más, hacer largas colas, esperar en el andén, andar parados o apretados, no es algo sencillo. Un joven lo acepta de mala gana, para un adulto mayor o un discapacitado puede significar el no movilizarse.

Tampoco parecen haberse medido las consecuencias que el sistema puede generar respecto a las cifras de delincuencia. No sería extraño que aumentara la percepción de inseguridad de los usuarios que tienen que salir más temprano o llegar más tarde (y, por ende, oscuro) a sus casas. Tampoco de quienes tienen que caminar más cuadras o aquellos que viajan con escasísima movilidad en el metro.

Es que el Transantiago implica mucho más que micros y paraderos. Implica personas más que usuarios. Puede que al hablar de usuarios se nos olvide que tienen dignidad y que no son el ciudadano promedio. Lo más grave es que afecta directamente a personas que no son libres de optar entre distintos medios de transporte. Para ellos, es lo que hay.

Una política pública ideada con buenas intenciones, mediocremente diseñada y mal implementada, es una mala política pública. Esta puede traer consecuencias que van desde no generar los efectos esperados hasta perjudicar a parte de la población, haciendo necesario invertir grandes sumas de dinero para solucionar lo que debió idearse en forma correcta desde un principio. Las personas siempre esperamos que los cambios sean para mejor y, por un posible apresuramiento, no se está dando esa lógica.

Soy de las personas que cree que es posible tener un sistema de transporte público que mejore los tiempos de viaje, cómodo, limpio, digno, que incentive su uso y sea amigable con el medioambiente. Por la misma razón espero que no pase mucho tiempo hasta que el Transantiago sea efectivamente sea una solución a los problemas de transporte y no una sustitución de un problema amarillo por uno verde.