Columna de Opinión

¿Debo subrayar la palabra OPINION?

jueves, mayo 18, 2006

¿Es la democracia perfecta?

Característica fundamental de un estado de derecho es que gobiernan las mayorías con respeto de las minorías. Esto se llama democracia y parece haber consenso mundial en que es la mejor forma de elegir a quienes ejercerán el poder. Tal consenso existe hoy en día, que Estados Unidos invade y ocupa Irak, por múltiples motivos, pero con intención expresa de darle un gobierno democrático.
Sin embargo, sobre-valorar los méritos de la democracia puede ser peligroso. Sobre todo si nos olvidamos de los riesgos que conlleva.
En primer lugar debemos estar tremendamente consientes de que la mayoría no siempre tiene la razón. No es cómo en las películas de antaño en que siempre ganaban los buenos. Evidentemente no. No siempre ganan los mejores candidatos, ni los más preparados, ni los que filosóficamente tienen la razón.
No basta ser honesto y estar moral, ética y hasta económicamente en lo correcto para ser elegido. Las mayorías no siempre se rigen por los criterios convenientes y ese es un peligro grandísimo de la democracia.
Ejemplos encontramos por montones. Tanto en Chile como en nuestros vecinos latinoamericanos. Señalaremos algunos a continuación.
En primer lugar, los populismos exacerbados que se han desarrollado. Puesto que lo que importa es obtener el voto de la mayoría, candidatos inescrupulosos prometen sin pensar en las consecuencias de sus actos ni en la posibilidad de cumplir lo prometido.
Las elecciones de Hugo Chávez y Evo Morales son evidente muestra de como la mayoría no siempre produce los efectos deseados.
Por otra parte, por la misma razón, aún cuando la mayoría esté convencida de que algo está bien, no lo convierte en bueno. Un hecho es moralmente bueno o malo independiente de lo que piense la mayoría. La moral es objetiva y un acto es bueno si tiende al bien y malo si tiende al mal. Aún cuando 15 millones de chilenos estén de acuerdo en que el aborto es bueno, es un asesinato, es malo.
La pregunta que conlleva este análisis es la siguiente: ¿Cuál es la mejor forma de gobierno, dado los peligros de la democracia?
Aunque polémica la respuesta, la aristocracia, entendida como el gobierno de los mejores, suena como una forma bastante más sensata. Sin embargo, encontramos de inmediato un problema de orden práctico y un riesgo.
El problema de orden práctico es determinar quiénes son los mejores. Y quién lo va a determinar, qué parámetros usar, cuál es concepto de mejores, ¿“mejor” se refiere a conocimientos, a sensatez o criterio?, etc. Es decir, la determinación es algo altamente complejo, por no decir, imposible.
Por otra parte, el riesgo es el mismo que en la democracia. ¿Quién asegura que “los mejores” vayan a actuar y decidir en la forma correcta? Quizás podemos tener alguna certeza de que su decisión será más adecuada que la de mayoría. Tenderíamos a pensar que no se dejarían llevar por populismos, pero ni siquiera podríamos saber cuándo los mejores han dejado de serlo. Por ejemplo, al verse corrompidos por el poder o intereses personales.
Por lo tanto, podemos considerar que la democracia no es la forma de gobierno perfecta, pero si tiene sus virtudes. Si confiamos en racionalidad del hombre medio, les exigimos a nuestras autoridades preparación adecuada, no avalamos populismos y pedimos cuenta de los actos, podemos ejercer un control que evite que un gobierno de mayorías, con respeto de las minorías, se transforme en peligro para la sociedad y el estado de derecho.
Al fin y al cabo, para que la democracia funcione correctamente, debemos tener autoridades responsables y, de acuerdo a lo señalado, ciudadanos responsables que exijan lo mismo a sus gobernantes.