Columna de Opinión

¿Debo subrayar la palabra OPINION?

viernes, mayo 12, 2006

La Olla a Presión del Descontento de los Jóvenes

No me había pasado nada tan intenso hace mucho tiempo. Iba subiendo por una cinta mecánica cuando de repente siento un grito terrible, que venía desde la cinta que bajaba, a escasos metros de distancia.
Giro y vivo los 5 segundos más intensos de la semana. Veo una silla de ruedas soltada accidentalmente por quien grita con espanto. Una persona arriba de la misma, bajando por la cinta sin control. Personas atónitas que no saben que hacer.
La angustia de esos 5 segundos es la de no saber qué va a pasar al segundo siguiente. Si la silla de ruedas va a chocar a alguien muy fuerte, frenar bruscamente y su ocupante salir desprendido, darse vuelta y pegarse en la cabeza. O nada. Que fue lo que pasó, nada.
Gracias a Dios no pasó nada, pero el sólo hecho de haber visto la escena fue muy fuerte. Además, cuando había pasado mucho rato y seguía temblorosa, sentí que la silla de ruedas cayendo se asimilaba a una realidad nacional. Y me dio susto, pena y angustia.
Mi silla de ruedas cayendo es la realidad nacional de la gente joven. Alguien quiere convencernos de que el país está bien, pero yo me pregunto si puede estar bien cuando la gente joven no lo está.
El gobierno del presidente Lagos se enorgullece de haber terminado con un altísimo grado de adhesión, además de haber hecho tanto por los chilenos. Don Ricardo cultiva su soberbia y yo vivo mis 5 segundos de realismo, más intensos que los vividos la semana pasada.
Una cosa se me viene a la cabeza por segundo. Cinco cosas que juntas se me imaginan en una olla a presión a punto de explotar. Como la silla de ruedas que cae sin saber qué es lo que va a pasar.
Primer segundo, pasa por mi cabeza la cifra de desempleo nacional que baja aún cuando la desocupación juvenil sube. Y me urjo. Y no sé qué pasará el próximo segundo.
Segundo dos, me acuerdo que el TranSantiago promete ser amigable con los estudiantes, pero ellos no están conformes con el cobro por la obtención del beneficio. Y protestan. Y casi los salgo a apoyar. Aunque no comparto sus reclamos. Y no sé qué pasará el próximo segundo.
Tercer segundo, repentinamente recuerdo cuando el ex gobierno proclama con éxito el haber logrado la implementación de la Jornada Escolar completa. Y hoy los escolares protestan en su contra. Y me asusto. Y no sé qué pasará el próximo segundo.
Segundo número cuatro, mis neuronas intentan procesar lo inentendible. Se promete fácil acceso a la educación superior, mediante financiamiento con aval del estado. Primero se otorga el crédito a los más ricos en vez de a los más pobres y después se informa que no alcanza para tantos. Y percibo que los jóvenes deben estar a punto de reaccionar con violencia. Yo lo estaría.
Quinto segundo, me doy cuenta que mientras el país crece y se hace rico y los jóvenes no entienden por qué se les cobra por intentar estudiar (por rendir la PSU) y por estudiar, si las expectativas que tienen de encontrar trabajo cuando terminen, tienden a cero. Y no sé qué pasará el próximo segundo.
Entonces vivo de nuevo la sensación de la silla de ruedas cayendo y no se cómo va a llegar abajo.
El descontento de los jóvenes comienza a hacerse notorio. 622 detenidos en un día de protestas no es una cifra menor. Me da susto que el descontento haga que grupos de jóvenes se organicen, choquen, revienten o pierdan el poco interés que les queda en participar y aportar a nuestra sociedad.
Mientras Michelle y sus ministros inauguran el mes del mar en Isla de Pascua, espero que alguien esté haciendo algo por atajar la silla de ruedas, apagar la olla a presión, de cientos de jóvenes que no quieren, pero están dispuestos a causar un caos social si es necesario, para exigir que se haga algo por ellos